La jaula daba pequeños saltitos y el cuervo de su interior se agitaba frenéticamente. En la mesa, un papel con algo escrito era sujetado en sus esquinas. En una de ellas por un frasco de tinta medio lleno, en el resto de esquinas objetos diversos. Cruseth, un canoso humano de piel oscura con ojos rojos carentes de vitalidad, se mantenía de pie en la puerta del estudio observando todo y nada a la vez.
El esquelético humano se acercó a la mesa y contempla su superficie. Cruseth sopla suavemente sobre el papel, lo que sus ennegrecidos pulmones le permitieron. Pasa un dedo con cuidado por la tinta del dicho papel. - ¡Listo! - Ya se ha secado, ahora toca mandarla. - Avendrok...
Quita sin prisas los objetos que sujetan el papel y lo enrolla sobre si mismo. Se gira hacia una vela que hay en la mesa y alargando la mano esta se enciende. Del cajón extrae un instrumento de sellado. Al cabo de unos instantes, acerca el papel enrollado a la vela y echa cera derretida donde termina el papel, pegando ambas partes y evitando que se abra. Rápidamente coge el sellador y apreta sobre la cera de la carta, dejando su sello.
Se levanta y de otro cajon de una esquina oscura extrae una funda de cuero cilíndrica con un lazo colgando. Regresa a la mesa, introduce la carta en la funda y ajusta el cierre. Sin ningún miramiento, Cruseth agarra el cuervo de la jaula con una mano. Anuda el lazo de la funda a la pata izquierda del pajarraco.
Ya en el exterior, susurra algo inaudible al cuervo y lo lanza por los aires. Cruseth contempla atentamente el vuelo del pájaro. Cuando lo pierde de vista entre las nubes, sale de su ensimismamiento. - Tendré que volver a mis que haceres y rezar a Seldar.
Cruseth tras un despreocupado paseo regresa a su estudio. Se deja caer en la silla y con un susurro y gesto de mano cierra la puerta. Extrae un pergamino arcano del cajón. Mira la vela a la mitad consumida. - Continuemos con este hechizo mientras dure la vela.
No oyó como un niño mugriento corría a toda prisa en su dirección. |