Salas de tortura de la Inquisición de Dendra. Anochecer de 5 de Jule del 162, Era 4ª.
En Galador se hizo popular la orden “limpieza de basuras” por parte del ministerio de asuntos internos. Dicha orden exigía la eliminación de ratas, perros y pobres de las calles exteriores de la ciudadela. Con el tiempo la orden se acabó suprimiendo, pues se acabó aceptando la presencia de perros y ratas.
Un pobre desdichado, de cabellera desaliñada, barba de hace meses y más escuálido que la sombra de un alambre está maniatado por enormes grilletes a una pared. Completamente desnudo, va a ser interrogado acusado de pertenecer a una organización criminal de ladrones llamada Guante Blanco. En verdad, es bastante probable que aquél pobre paria no haya oído hablar nunca de tal organización y que hubiera sido fortuita su presencia en la taberna Dos Clavos el día de la redada. Fuera como fuera, no se podía dejar lugar a la duda. Si había alguna verdad… era el momento de saberlo.
Agaraes se presenta en aquel sótano formado por grandes bloques de piedra húmeda y moho. Oscuro, tenuemente iluminado por el baile de sombras de unas velas. Agarra su látigo desollador y lo hace crujir entre sus manos al apretar el cuero con sus manos. Se acerca al pobre indigente y golpeando lentamente el pomo del látigo en su mano, dice con voz pausada…
-Te presento a mi amante, el señor Desollador. Primero os conoceréis un poco, aunque él no confiará mucho en ti. Luego, cuando os volváis amigos, le contarás alguna que otra verdad. Por último, cuando intiméis… se lo contarás todo.
Agaraes hace bailar su látigo desollador por encima de su cabeza, dando un par de vueltas para finalmente, golpear la espalda de pobre. El chasquido seco es acompañado de un grito de desesperación y trozos de carne y sangre que salpican las paredes y suelo de aquel siniestro lugar.
-¡Confiesa! ¡Perteneces a Guante Blanco!
Cada negativa del pobre reo es acompañada de un nuevo azote. Pequeños ríos de sangre surcan la espalda de aquel desafortunado y las lágrimas se juntan con marcas de sangre seca en su rostro. Después de un pequeño rato repitiendo el proceso, Agaraes enrolla su látigo. Se acerca, apoya su hombro sobre la espalda del prisionero y con una sonrisa en el rostro le dice…
- Eh…, ¿Qué tal si confiesas y nos vamos de aquí, a tomar unas cervezas a la posada?, vamos… dilo, salgamos de este apestoso lugar…
El reo, semi inconsciente, levanta su rostro y con una mueca en lugar de una sonrisa, asiente. Agaraes se retira, coge un pequeño tubo de ensayo de cristal lleno de alcohol puro. Lo abre, y lo vierte sobre la espalda del prisionero, el cual apenas tiene fuerzas ya para gritar.
- ¿! Cómo, ¡¿pero… hace un momento querías ingerir alcohol y ahora te lo ofrezco y no lo quieres?!, ¡ERES UN DESAGRADECIDO!
Agaraes hace bailar su látigo desollador por encima de su cabeza, dando un par de vueltas para finalmente, golpear la espalda de pobre de nuevo.
El paria humano no logra sostenerse en pie y ya cuelga como un pelele de las cadenas que aprietan fuertemente sus muñecas. Por su parte, Agaraes, se acerca y sitúa su rostro a escasos centímetros de la oreja del prisionero, para susurrarle lentamente mientras sostiene su látigo por el mango y se lo pone en la entrepierna.
- Ya sé, quieres joderme, ¿verdad?... ¿Quieres meterme unos centímetros…?, Te gustaría empotarme en esa mesa y romperme el trasero, ¿no?, quieres calentarme como una perra para que Seldar me castigue.
Agaraes suelta un siseo similar al de una serpiente. El prisionero levanta la cabeza y niega tal afirmación, apenas sin fuerzas.
- ¿¡NO SOY LO BASTANTE BUENA PARA TI?! ¡CONFIESA MALDITO PERRO!
Agaraes hace bailar su látigo desollador por encima de su cabeza, dando un par de vueltas para finalmente, golpear la espalda de pobre.
-¿Crees que me gusta hacer esto…?, te equivocas… ¡EN VERDAD LO DISFRUTO!
Agaraes hace bailar su látigo desollador por encima de su cabeza, dando un par de vueltas para finalmente, golpear la espalda de pobre. Este, finalmente, se desmaya. Ahora cuelga como un saco de patatas inerte. Balanceándose lentamente por la fuerza de los golpeos de la clériga. La Alta Inquisidora se dirige a la puerta y la golpea con los nudillos. Dos hombres rudos aparecen y desatan al prisionero. Preguntan a la inquisidora qué hacer y ella responde: Es inocente. Los hombres se miran entre sí y reiteran su pregunta. Agares responde: Hacedlo desaparecer y traed al siguiente.
Al breve, mientras nuestra protagonista limpia con un paño de lino negro restos de sangre de sus guantes, aparece una mujer de mediana edad, con ropajes rotos y cabellera desaliñada. Le ponen los grilletes y dejan a la clériga a solas con ella. Ésta última coge una pequeña nota y lee: adulterio. Agares se dirige a la mujer, la cual muestra pánico en su rostro, y le dice…
- Te presento a mi amante, el señor Desollador.
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